Redescubriendo mi Pasión por las Matemáticas

Comenzaron las clases, y todo está fluyendo de maravilla. Ya he tenido que presentar los primeros exámenes y completar algunos deberes que, para ser sincero, me han sorprendido y obligado a poner a prueba tanto mi creatividad como mi razonamiento. Cada nuevo reto me recuerda lo emocionante que es este viaje universitario. Volver a estudiar geometría analítica ha sido como reencontrarme con un viejo conocido, mientras que el descubrimiento de cómo el código y los circuitos se entrelazan en las entrañas de las computadoras sigue siendo fascinante.

Mis profesores son profesionales excepcionales, verdaderos expertos en sus áreas. Aunque sus tareas suelen dejarme perplejo, siempre siento que estoy aprendiendo algo valioso. Es como si estuviera redescubriendo una parte de mí que creía dormida. A pesar del ritmo frenético, no puedo evitar sentir gratitud por estas experiencias. Me hace recordar cuánto amo las matemáticas.

Por otro lado, no he podido dedicarme a la escritura con la misma constancia de antes. Sin embargo, tengo una pequeña historia en proceso. Aunque sé que probablemente saldrá a la luz más tarde de lo que me gustaría, me reconforta saber que aún hay espacio en mi vida para escribir. Encontrar ese equilibrio entre estudios y pasiones ha sido un aprendizaje en sí mismo.

Entre todas estas idas y venidas, también decidí sumarle un nuevo reto: aprender Python. Me inscribí en Codedex, una plataforma en línea bastante particular. Ha sido un apoyo constante, una especie de brújula que me ayuda a avanzar cada día un poco más. Aunque ya no utilizo su sistema de aprendizaje de manera exclusiva, sigo consultándolo para reforzar lo que voy descubriendo. Gracias a Codedex, he conocido a personas con sueños similares, entusiastas de la creación de sistemas innovadores. Aún no estamos en condiciones de construir algo impresionante, pero es inspirador escuchar los sueños de otros que también se lanzan a este mundo del aprendizaje tecnológico.

Me hace sonreír el darme cuenta de que, a mis cuarenta años, todavía puedo sentir la emoción de enfrentar algo nuevo. A veces, me detengo a observar a los más jóvenes, los escucho con discreción, y me asombro de cómo las emociones y los desafíos pueden ser tan universales. Es un recordatorio de que siempre podemos redescubrir aquello que nos hace vibrar, sin importar cuántas veces la vida haya cambiado a nuestro alrededor.